Obsesiones que se marchan al pasar la página, al cerrar al libro, al guardar su recuerdo. Incluso la reminiscencia del sonido de la tetera se me antojará ajeno y distante algún día, cuando el té ya no tenga sabor y cuando hasta la miel se haya desteñido por completo y su olor no me alivie. Ese es mi propio destino, triste, inevitable.
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